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  • Foto del escritorLA VOZ DEL SECANO COSTERO

Marchigüe: El legado de los molinos que define su identidad histórica y económica

Actualizado: 4 may



En la singular localidad costera de Marchigüe, en la provincia de Cardenal Caro, Chile, se alza un tesoro histórico que ha marcado la identidad y la economía de este pueblo: los molinos. Desde tiempos inmemoriales, Marchigüe ha sido conocido como el "Pueblo de los Molinos", un apodo que no solo define su paisaje, sino también su espíritu y su legado.

Incluso el himno comunal lleva por título esta distinción, destacando la importancia que los molinos han tenido para el desarrollo de esta comunidad. Durante más de un siglo, los vientos del sur han impulsado una próspera industria artesanal de molinos de metal, destinados a la noble tarea de extraer agua de las norias.

Estos molinos, imponentes estructuras de madera o metal que alcanzan alturas de 8 a 10 metros, están diseñados para resistir el empuje constante del viento. En su cúspide, una maquinaria ingeniosa convierte la energía rotatoria de las aspas en un movimiento vertical, accionando una bomba de Bauer. Este ingenio mecánico eleva una columna de agua que, finalmente, se libera en depósitos estratégicamente ubicados.

Así, gracias a la sabiduría y al ingenio de generaciones pasadas, los molinos de Marchigüe han sido no solo una fuente vital de agua para la agricultura y la comunidad, sino también un símbolo perdurable de la habilidad humana para adaptarse y aprovechar los recursos naturales en armonía con el entorno. En cada giro de sus aspas, palpita la historia y la esencia de este encantador rincón costero de Chile.

En los albores del siglo XX, los molinos florecieron en Marchigüe, otorgando un distintivo carácter a la región y sus haciendas rurales. Aunque han sido reemplazados por bombas eléctricas desde los años 80, estos icónicos molinos de viento, forjados con creatividad criolla, definieron la identidad de la zona costera del valle de Colchagua en Chile. Emeterio Ruz, pionero en su construcción, transmitió su arte a generaciones posteriores. A la muerte de don Mite, apodado así cariñosamente por la gente del pueblo, su ayudante, Heriberto Arias asumió el trabajo de proveer a los marchiguanos de esta pintoresca industria.

A medida que la red eléctrica pública se expandió, los molinos fueron desapareciendo, pero su legado persiste en el "pueblo de los molinos".




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