El 22 de septiembre de 2011, decenas de miles de chilenos tomaron las calles de varias ciudades del país en una de las manifestaciones más significativas por la educación pública en la historia reciente de Chile. Esta movilización masiva derivó en enfrentamientos con la policía y resultó en la detención de más de 270 personas.
El movimiento estudiantil de 2011, que tuvo su punto álgido en este tipo de marchas multitudinarias, representa una de las movilizaciones sociales más importantes desde el retorno a la democracia en Chile. Los estudiantes universitarios y de secundaria alzaron la voz en rechazo al sistema educativo chileno, el cual, desde las reformas implementadas durante la dictadura de Augusto Pinochet, daba un rol preponderante al sector privado sobre el Estado.
En 2011, solo el 25 % del sistema educativo era financiado por el Estado, mientras que los estudiantes y sus familias debían cubrir el 75 % restante, lo que acentuaba la desigualdad en el acceso a la educación de calidad. El sistema educativo chileno fue reformado durante la dictadura, culminando con la promulgación de la Ley Orgánica Constitucional de Enseñanza (LOCE) en 1990, que dejó al Estado como un mero regulador, delegando gran parte de la enseñanza al sector privado.
Aunque en 2009 la LOCE fue reemplazada por la Ley General de Educación, los cambios fueron insuficientes para abordar los problemas de fondo que aquejaban al sistema. Esto impulsó las movilizaciones de 2011, que no solo exigían una mayor participación del Estado, sino también una educación gratuita y de calidad para todos.
Los principales voceros del movimiento universitario en 2011 fueron Camila Vallejo, presidenta de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile (FECh), y Giorgio Jackson, presidente de la Federación de Estudiantes de la Universidad Católica (FEUC). A medida que avanzaban las movilizaciones, estudiantes secundarios se unieron y comenzaron a tomar sus colegios, replicando las acciones de la "Revolución pingüina", con el apoyo de la CONES y la ACES. Con el tiempo, la movilización creció e incluyó a estudiantes de colegios particulares pagados, CFT, IP y universidades privadas, abarcando prácticamente todo el sistema educativo chileno.
Hoy, a 13 años de aquella histórica jornada, es importante recordar que estas manifestaciones no solo marcaron un hito en la lucha estudiantil, sino que también catalizaron cambios profundos en el debate sobre la educación en Chile, dejando una huella imborrable en la historia social y política del país.
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